Un día me agarró de la mano y no me soltó más. Yo pedí disculpas por habérsela soltado. El me apretó más fuerte, me miró y con un hilo de voz me dijo “yo también te solté”. Creo que ahí descubrí que nos queríamos. No fue al inicio de un noviazgo, fue después de 15 años de estar juntos y atravesar una suerte de terremoto grande.
Desde entonces, la mano que me dio se convirtió en una trenza. Fue un día revelador, más que felicidad tal vez.