
Un día feliz, fuera del tiempo
Disculpen el lugar del chiste comun si digo que la " burrocracia" me habia casi desencantado de participar en el 29 Festival Internacional de Poesia 2013 en el todavia desconocido Canadá. Finalmente, gracias a la tenacidad de la poeta Graciela Araoz y del milagro que en este caso fue ser reconocido por uno de los empleados de la Embajada, seguidor desde los tiempos de Parakultural, finalizaron los interminables tramites para una visa ahora obligatoria en ese pais que fuera meca de tantos refugiados hasta hace pocos años.
Luego de catorce horas de vuelo, subir y bajar por interminables laberintos de escaleras mecanicas, en el Aeropuerto de Montreal, una encantadora mujer con su impecable cartel estaba aguardando frente a un insolito afiche donde podia leerse: taxi o limousine?
Esperamos el arribo de otro vuelo y aparecio el genial poeta brasileño Diego Grondo. Louise, nuestra primera e incomparable anfitriona nos llevo en su coche rumbo a Trois s Riviere, pequeña ciudad con justeza denominada “Capital Mundial de la Poesia”. Un viaje de tres horas en el que aprovecho para informarnos desde las diversas actividades que nos esperaban a fascinantes peculiaridades de aquel otoño digno de Van Gogh, estremeciendonos desde la ventanilla.
Nos dejo en el Hotel Gobernador. Un gentil empleado, inmediatamente se ofrecio a acompañarme, valija en mano, hasta esa especie de Suite en el cuarto piso justo frente a la Plaza Principal. Me entrego un recibo para cambiar el cheque de los viaticos al dia siguiente ya que eran casi las 17 y el banco estaba cerrado. Guarde el papel adentro del cuaderno que siempre llevo a todas partes. Luego de una ducha fugaz, de inmediato salí a caminar por el paraiso ahora inolvidable de la petit-Ville.Primero hacia el puerto donde el sol comenzaba a descender prometiendo una noche dorada. Habian dos jovenes pescadores fumando flores de marihuana que enseguida convidaron. Seguí mirando el muelle y de pronto: faaaa!!!. Regreso el recuerdo de algo ya olvidado, esa especie de trance que denominan "deja vu". Mis sentidos captaron caleidoscopios de otras epocas, quizas por descender de una Picard, bisabuela francesa, muy dentro de mi sangre. Sea como fuera, no habia dudas, yo ya habia estado en ese mismo y magico lugar.
Senti que mis pies me transportaron por si solos hacia el camino de regreso frente al Edificio de Correo ultra art-deco que reconoci de inmediato. Ver o rever no son la misma cosa. La emoción se triplica en los reencuentros. Segui dejandolos hacer y mis zapatos doblaron por si mismos hacia el Restaurante -Cafe Le Sacristan donde despues leeriamos en los desayunos con poetas de otras latitudes. Estaban cerrando. No necesite preguntar nada, deje a mis pies como alas de Hermes dejarme llevar y apenas fue cruzar la calle , caminar media cuadra y faaa, frente al Cafe-Bar-Spectacles Le Zemob otra vez un mismo esacalofrio de saber por ejemplo adonde quedaba el jardin de atras rumbo al toilette, mientras pedia una cerveza negra con sabor a nuez.
Desde ese lugar, ademas de una especie de hexagrama hecho con mesas y el pequeño escenario super equipado vi la cupula de la iglesia que recorde no se de cual bautismo. Pague al salir precipitadamente .Frente a las escaleras de la catedral de nuevo faaaa. Un intenso golpe emocional al reencontrarla.
Comprendi que mi alma al fin habia regresado y que no era la primera vez, para nada.. Ademas el antiguo deseo de comer un buen fondue. No pregunte a nadie. Solo seguí andando dos cuadras por la avenida principal, doble hacia la derecha otras dos y luego, media a la izquierda, mas no era ahi. Solo habia una enorme tienda de Cottillón o disfraces para Halloween y, como si una sutil garra de viento me tocara la espalda gire y lo vi. El Sainth German, Restaurante experto en fondue estaba simplemente en la vereda de enfrente, semioculto detras de enredaderas amarillas. Mientras cruce tambien llegaron dos clientes en bicicleta que dejaron sin candado en la vereda. Ya habia visto en la puerta del Cafe Morgane, otro enjambre de bicis abandonadas a su suerte evidentemente porque jamas nadie osaria llevarselas.
Al regresar len mi bajo un poema. Me sente a escribirlo sobre la entrada a uno de esos edificios que parecen huidos de una puesta escrita por Tenesse Williams, con sus escaleras hacia afuera porque , como despues averigue, asi lograban ahorrar electricidad durante los crudos inviernos del lugar.
En casi todas los umbrales de las diversas casas se veian sobres de plástico como imprevistos buzones transparentes cubiertos de revistas, periodicos y cartas que bien podrian tener algun valor incalculable, a los que nadie osaria ni mirar.
Cuando ya regresaba al hotel oi el suave chistido insistente de una señora con ojos de ardilla que parecia de algun modo reprocharme el haber arrojado ese papel en la calle mientras me señalaba aquel tacho de basura que parecia una pequeña torre limpida , blanca, de otro planeta.
Menos mal no hizo un bollo con el recibo de mis viáticos que se habia volado sin que me diera cuenta al escribir en trance.
Por suerte chapuceo bastante bien francés y asi ella entendió evidentemente fascinada que me habia sacado de un apuro porque si perdía eso mañana se me complicaría todo inutilmente. Ella se disculpo casi con reverencias y enseguida volvió a desaparecer por un pasillo cubierto de macetas .
Ya era tardísimo porque en ese pueblo inolvidable a las 22 horas se acaban las actividades. Menos los maravillosos mosaicos con poemas iluminados en todas las calles que iba leyendo y tratando de recordar o copiando en mi cuaderno:" Amenme que yo llego a ustedes a fin de que jamas sean extranjeros" firmado por Yves Bosvert, en la avenida principal.
Estaria resfriado?. Algo hacia rodar lagrimas por mis pupilas sin que yo me diera cuenta la causa o el motivo.
En realidad estaba llorando como las siempre recordadas tías en mi pueblo de infancia. Llorar en Ingeniero Jacobacci, especialmente cuando alguien llegaba a la estación siempre vacia, era el sello mas certero de felicidad absoluta.
Y aqui estoy, sin poder continuar, nublados los ojos tras la niebla de aquel primer día en Trois Riviere, donde en vez de ser un poeta turista habia regresado desde hace quien sabe cuantos siglos, esta vez para siempre. Aunque despues me fuera.
Son los vaivenes de las encarnaciones donde incluso una lagrima sigue simbolizando todo lo contrario. Esa especie de alegra húmeda siempre necesaria para regar el alma como a una planta sedienta, pero que jamas olvida.-