Hace ya varios días que no me cabe
en el cuerpo el amor.
Lo he visto hincharse como el del animal ahogado
y llenarse de grietas por donde rebalsa,
me rodea y envuelve.
Ahora está también afuera de mí.
Mi cuerpo es como el fruto que se arroja
de la rama, estalla en el suelo y se funde con la tierra
para hundir en ella el corazón, a expensas
de su propia putrefacción.
Como el ave que se arranca las plumas
para hacer más suave su nido.
Feo, con ojeras y arrugado,
no recuerdo haber sido más feliz.
Despeinado, raquítico e insomne.
Bendito.