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Silvana Moreno

La mayoría de mis sábados de los años 90 pasaron en Eldorado, y ya estábamos por la mitad de los 2000. Había pasado mucho tiempo ahí: bailando, socializando, tomando, chusmeando, enamorándome, maquillándome, desenamorándome, asombrándome y asombrando a los demás. Así que ningún lugar mejor para debutar como DJ.
Ser DJ es lo mejor cuando uno ya se está aburriendo de salir… pero no le queda más que seguir saliendo: tragos gratis, se puede volver a casa con más plata, muchos gustan de una y, de paso, es una buena manera de asegurarse que el lugar cuente con música del gusto propio.
En ese momento me hacía llamar Silvana Glam, me puse un top de lentejuelas turquesas, una mini negra con tablas, botitas cortas con plataforma, y llevé un set de pop japonés armado en mi computadora con un programa que se llama MixMeister: prefiero preproducirlos, para que salgan buenas mezclas, trabajadas con tiempo. Para sumar en vivo, iba a cantar algunos coros y tocar algunos arreglos en un metalofón tamaño mini, tan chiquito que entraba en una cartera; no tenía los sostenidos, así que me tuve que arreglar para tocar con las pocas notas de las que disponía.
Me tomé un fernet, subí al escenario, apreté play y de repente pasé a otro mundo: empecé con un poco de noise como para captar la atención general, enseguida apareció un teclado japonés y toqué encima. Me envolvían el sonido y las luces, y veía desde arriba cantidad de cabezas contentas saltando al ritmo acelerado, como sorprendidas… Es que nadie pasaba ni pasa j-pop por aquí.
La pista estaba de mi lado y yo me sentía un animé.
A algunos de los bailarines podía reconocerlos y me enorgullecía la postal: desde esos amigos de la noche que siempre se están quejando de la música que suena, hasta una por entonces novel estrella pop uruguaya.
Cornelius, Kahimi Karie, Fantastic Plastic Machine, Pizzicato Five, Yellow Magic Orchestra, el pop martilleante se mezclaba con algo de jazz y de bossa nova y era  imposible dejar de moverse. El set duró 45 minutos. Terminó justo a tiempo para que nadie dejara de bailar ni para ir al baño (o por lo menos yo no lo vi).
Entre la música, las luces, el fernet, las lentejuelas y la gente feliz, no necesitaba nada más. Me di cuenta cuando, minutos después, antes de empezar su show, la cantante Vanesa Strauch dijo: “Pidan un deseo”. Yo estaba tan feliz que no podía pedir nada más.