Esa soy yo unos veintipico años atrás. Me pasaba horas en esa posición, trabajando. Para mi era una ocupación, como un pescador, o el chico de las reposeras. Era mi parte en el asunto. Sentada, de rodillas frente al mar hacia pozos en la arena y seleccionaba renacuajos. Los metía delicadamente en el balde azul, ese que apenas se ve. Tenia forma de torre, mi compañero de aventuras. Una vez que tenia suficientes bichitos, esperaba que se escondan en la arena. Entonces cuando no se veía ninguno, metía mi mano y revolvía fuerte. Un festín de renacuajos nadando en círculos, algunos chocaban entre si, unos entraban en la arena rápido, otros tardaban, algunos giraban un buen rato. Los cambiaba, los renovaba, los tiraba todos en la arena y volvía a empezar.