Es difícil recordar con precisón un momento de felicidad. La memoria es como un cuadro donde se mezclan diversos momentos hasta completar una imagen conformada por muchos sentimientos de alegría, de tristeza, de desaliento, de impotencia , de satisfacción, etc.
Puedo recuperar un recuerdo de absotuta felicidad, que el paso de los años no ha empobrecido ni cambiado y eso que han pasado más de cinquenta años. Yo era una niña soñadora y me encantaba la película LILY, la había visto muchas veces , luego de su estreno en 1953. Me fascinaba su historia de amor y sus imagénes alimentaban la mente de una niñita que siempre amaría el cine.
Al poco tiempo aparecieron en los escaparates unos zapatos juveniles, que fueron llamados "chatitas lily".
Mi deseo de tenerlos era frenético; sospechaba que su uso me identificarían de algún modo con su protagonista.
Pues bien, luego de mucho solicitarlos, una tarde, una tía se apareció con un regalo que yo no olvidaría más: eran los "zapatos lily".
Nunca he vuelto a sentir tanta felicidad. Me los ponía y salía a la calle para que los demás los miraran como si fuera el tesoro más codiciado del mundo.
La niña inocente atribuía a esos objetos un poder mágico y milagroso.
Ayer no me daba cuenta de que experimentar la felicidad es un don, es vivir cada momento con plenitud y conciencia de que es único para nosotros y que, por sencillo que sea tiene un valor incalculable.
Hoy simplemente felicidad es sentir la vida, maravillosa y sorprendente, siempre, siempre.