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día feliz

Rodrigo Peiretti

Mi día feliz elegido es el 7 de julio de 2010. No fue todo el día, fueron quizá un par de horas y dentro de ellas, un instante sin medida.
El hecho concreto: Actos a favor del Matrimonio Igualitario.
El lugar: Honorable Senado de la Nación, Salon Rosado.
El evento: La Ciencia le dice Sí
El disparador: una sucesión de profesionales de las ciencias de la salud - entre ellos altas autoridades en psiquiatría y psicología-, no sólo apoyando la ley, sino reivindicando la homosexualidad y liberándola de su status de denigración, enfermedad y exclusión.
Ese día, ese rato, mientras escuchaba tan buenos relatos de labios de quiénes ni hubiese pensado, me vi a mí mismo, con mi primer novio, allá por el año 1988, cuando él retornaba para Mar del Plata y no nos íbamos a volver a ver por un largo tiempo, y desafiando los peligros y la vergüenza de expresarse en un lugar público, nos besamos apasionadamente, en plena estación de Retiro –no más de lo que cualquier pareja hétero hubiese podido hacer sin ningún cuestionamiento- y fui feliz.
Fui feliz aquel y éste día.
Soy feliz porque la homosexualidad se puede vivir hoy de mejor manera.
Yo nunca milité en un partido. Me considero militante porque siempre viví mi ser abiertamente en mi entorno, y salí a la calle a reclamar por mis creencias y derechos, con las consecuencias adecuadas e inadecuadas que esto me trajo, y pensé que ese instante de mi día feliz, era el emergente de un proceso que en mi historia ocupó algo más de treinta años. Recordé a tant@s militantes de la vida, de l@s más visibles y de l@s más ignot@s, l@s agrupad@s y l@s suelt@s; tant@s con los que me tocó compartir discusiones, acuerdos y experiencias; y fui feliz por lo vivido.
Lo fui igualmente unos días después, en la plaza de los dos Congresos, cuando se anuncio que se aprobaba la ley de Matrimonio Igualitario.
Hoy eligiendo un día para esta invitación, comprendí lo mejor: Mi día feliz, considerado en instante, ampliado a un proceso de años; rompe con la medida lógica del tiempo y el espacio para convertirse en un rebote entre el pasado y el futuro, en el que fui, soy y seré una y mil veces, feliz de lo mismo.