El día que nos casamos hace 35 años, uno de mis tantos días felices. Nos casamos un día lunes, porque sí, por civil e iglesia todo el mismo día. Un día luminoso y una noche maravillosa, con un traje de novia prestado y reformado a mi gusto, y un maravilloso ramo de flores de distintos colores, también a mi gusto.
Y un día que quisiera repetir, el más feliz de todos fue cuando pusieron en mis brazos a mi adorado hijo Diego, adoptado de pocos días de nacido, al que amé antes de conocerlo, al verlo y ver sus ojos oscuros y profundos me enamoré definitivamente de mi flaco. Y cuando lo puse en brazos de mi esposo y le dije “aquí está nuestro hijo”. Un ser maravilloso, sensible y creativo en sus dibujos y su música. Ya tiene 26 años y sigue siendo el mismo ser sensible y maravilloso al que amamos profundamente.
Soy feliz con las cosas simples que me llenan, como mis amigos y los encuentros eternos tomando mate, riéndonos y emocionándonos de todo lo que compartimos en tantos años. Los recuerdos de la secundaria y cuando no te hacías problema por nada. El ir a trabajar temprano en la mañana cuando el aire es puro y perfumado. Levantarme y llenar la casa de olor a café recién hecho y preparar el desayuno para mis dos hombres. El recordar a mi viejo con su enorme abrazo de oso, sus recuerdos y anécdotas maravillosas. O recordar los aromas de las cocinas de mis abuelas y sus patios llenos de plantas. Las reuniones de la familia cuando estábamos todos y nos divertíamos por el sólo hecho de estar juntos. En fin, creo que todos mis días felices se remiten a la familia, los amigos y mis mascotas.