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Julieta Sabanes

Pony: En 2008 empecé a grabar mi disco y acto seguido, mi abuelo se enfermó. Así que durante 3 meses mis días se repartían entre cuidados, escapadas al estudio de grabación y madrugadas en las que intentaba terminar de componer las canciones que faltaban. En ese entonces yo vivía con mi abuelo y al atardecer, en su divague, le llegaban recuerdos del mundo laboral. Tirados en la cama, su habitación se transformaba en una oficina y yo en Pony ¿?, su compañera de trabajo. Parecíamos unos oficinistas perezosos trabajando en posición horizontal. Desde ese entonces pasó a llamarme Pony (aunque la última vez que me vió, ya estando internado, me ubicó esperando entre las visitas y gritó sonriente “Julietita!”). En terapia intensiva parece que habia cambiado de trabajo, ya no estaba en una oficina, estaba en un estudio de radio. Cada médico que pasaba era un compañero de trabajo. En eso pasó un médico canoso y para dar crédito a lo que contaba nos dijo “ese es Fernando Bravo”. Ahí además me contó una historia increíble de un concierto que acababa de dar. Esa fue nuestra última conversación. Al día siguiente, en mi casa, me despertó un golpe muy fuerte en la puerta. Bajé dormida y ví un sobre, venía de lejos. Eran las partituras de una canción cuya letra había escrito él y que yo no conocía. Se llamaba “No hay silencio en el Cosmos, hay Latidos de Dios”. Fue mágico, fuerte. El ya casi no hablaba pero de algún modo se seguía comunicando. Seguí yendo a la clínica, le ponía su canción, le daba flan… Los recuerdos felices dentro de los momentos tristes tienen una fuerza poderosa. La belleza de la flor del loto. En medio de la locura y pasada de rosca hago canciones. Nos ponemos a jugar, tenemos mil profesiones y nos reímos de todo, si total…