
Un día feliz
Podría haber sido un otoño más. Pero no. Todo empezó cuando terminé la facultad y decidí que era momento de irme (en realidad todo empezó mucho antes, pero ese fue el hecho que muchos meses después daría vida a este día feliz). Agarré la mochila, la cámara y un cuaderno, me tomé el primer colectivo a La Quiaca y empecé mi viaje por América latina. Caminé siempre hacia el norte, sin mirar hacia atrás y deseando nunca volver. Durante nueve meses perseguí al verano (o, tal vez, este me persiguió a mí); un verano que se convirtió en la burbuja en la que viví durante casi un año de mi vida. Pero un 21 de septiembre, 10.000 kilómetros, nueve países y más de 250 días después, lo alcancé. Por fin, el otoño. Me paré descalza sobre las hojas secas de Vancouver, saqué esta foto y me di cuenta de que un ciclo se había cerrado. Era momento de volver.