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Ana Torrejón

Felizmente vestidas
 
Fui con mi abuela Pepita a comprar el género a la tienda de las señoritas Den Dulk. Era una lana finita color gris acerado. Mi abuela cosió durante días. Cuando me probaba el traje de pantalón oxford y chaqueta cruzada sin solapas tenía in mente que iba a coordinar perfecto con las poleras de lana marfil que nos habíamos comprado en "La Scala". Pepita siguió mis instrucciones con un papel de chicle donde figuraba Georges Harrison luciendo una prenda para mí decididamente unisex. Mi duda eran los zapatos, todo lo que teníamos eran guillerminas de "Les Bebès" blancas o marrones...
Pedí el ruedo bien largo y respiré hondo. Mi hermana Cecilia se probaba no muy convencida... El día D llegamos con la familia a Ezeiza. Volvían mis papás de Estados Unidos. Dos ídolos jóvenes y setenteros. El de patillas largas, ella de pestañas postizas.  Cecilia y yo los esperamos derechitas, impecables, el atuendo se coronaba con maletines repujados que nos había regalado el Tío Antonio Alberdi de un viaje al Paraguay.  Papá y mamá atravesaron migraciones y antes de abrazarnos pude ver y oir a mi mamá, que le lanzaba a Pepita algo así cómo: -"Qué hacen éstas chicas con traje de pantalón?". Fue mi primera experiencia como diseñadora de modas, debut y despedida. La felicidad no dura para siempre.