
Esa extraña medida que llamamos tiempo, años, semanas, y días, no son otra cosa que la dimensión de la dicha o del alma.
Todos los veranos preparaba mis vacaciones en tren (La Chancha) "El cochemotor de las 12" hacia la casa de mi madrina (Palpalá-Estación anterior a Jujuy). Era sólo un niño de 9 años deseoso de vivir y de volar que viajaba sentadito, solo, con sus guillerminas blancas colgando. De a ratos oteando el horizonte verde y más verde, entre esa atmósfera festiva que daba el olor de las mandarinas y los sandwichs de milanesas en los andenes.
Atardecía y el sol caía entre los rieles, y Yo y mi dicha o alma, en la ventana con la cabeza fuera, de cara al sol, simplemente mirando que iba.