3 de noviembre de 2004.
Después de haber estado viviendo unos meses en Madrid, volví a Buenos Aires con la intención de retomar mis estudios en la UBA. Para poder cursar, era obligatorio cumplir con el censo de estudiantes. Ese día –el último día del censo-, me levanté temprano y fui a la sede de Parque Centenario unas horas antes de que comenzaran a atender.
Cuando llegué, había una fila de casi 30 personas. El último era un chico que estaba sentado en la mesa de “El Andamio”, una de las agrupaciones de la facultad. Le pregunté: “¿Sabés si para los apellidos que empiezan con G es esta fila?”. Me dijo que sí, y me senté ahí, en esa misma mesa.
Al rato, mientras esperábamos que comenzaran a atender, empezamos a conversar.
¿Cómo es tu nombre?
Carolina. ¿Y el tuyo?
Bernardo...
El recorrido de la charla fue largo: la facultad, las carreras, los gustos, los sueños, la vida... Casi dos horas después, cuando terminamos el trámite, me dejó sus datos. Esa misma tarde, le escribí.
Casi dos meses después, un 1° de enero, nos pusimos de novios; a los seis meses, ya estábamos viviendo juntos. Tres años después, también a principios de noviembre, nos casamos. Seis años después de aquel primer encuentro -¿casual?-, en mayo de 2011, nació nuestra primera hija, Luna. Y en abril de 2014, nacerá nuestra segunda hija, Ailén.
Y pensar que todo comenzó en esta mesa, la de “El Andamio”, en la sede de Sociales de la UBA, en Parque Centenario...
Foto: Bernardo Basualdo Rossi